lunes, 22 de julio de 2013

SICOSEO MUSICAL
Escrito “sin menoscabo del respeto por lo espiritual”, Musicofilia. Relatos de la música y el cerebro es una nueva y efectiva vuelta de tuerca a lo que el neurólogo inglés Oliver Sacks (1933) viene haciendo desde los años 60: la búsqueda, o a estas alturas más bien el asentamiento y la profundización, de una “ciencia romántica” –la acepción es del neurobiólogo ruso Alexander Luria–. Y cuando Sacks reivindica tal cosa como una ciencia romántica lo que busca es sustentar una escritura en la que se intersecten “hechos y fábulas”, sumándose, en vez de restarse, el científico con el romántico. Mejor que nadie lo dice el mismo Sacks en el prefacio a su libro más conocido, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero: “Para situar de nuevo en el centro al sujeto (el ser humano que se aflige y que lucha y padece) hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento”. Y efectivamente los historiales que lleva décadas publicando no obvian al sujeto, no pasan por alto al individuo, sino que, al contrario, lo relevan, lo sitúan en el centro del pensamiento médico, subvirtiendo la tendencia de los relatos clínicos modernos “que aluden al sujeto con una frase rápida que podría aplicarse igual a una rata que a un ser humano”.Con sus incontables historias de individuos concretos, ofrecidas en vez de descripciones de la especie o tipologías anónimas, vuelve Sacks, como ocurría en la literatura médica que admira del siglo XIX (y la del “maestro Freud” en el XX), a no olvidarse de lo particular, entendiendo que la mejor, sino la única, manera de conocer y entender a la humanidad es mirando a los seres humanos. Y todo esto lo hace Sacks con máximo rigor científico y con claridad y amenidad e incluso, si se tercia –como en Con una sola pierna– oficiándolas sin pudores de confesor impenitente.Al cruzar los métodos de observación y análisis propios de la ciencia neurológica con una escritura y una indagación de lo individual propia de las artes y las humanidades, Sacks se abre paso por tierra fértil para la buena literatura, fértil cuando hay, como en su caso, inteligencia, generosidad, gracia y una buena dosis de obsesión y de humor. No se sobregiraba Auden cuando, poco antes de morir, decía de Migraña –el primer libro de Sacks, publicado en 1970– que era una “obra maestra”.De manera tan inespecífica como la memoria era el común denominador en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, la música lo es en Musicofilia, libro que muestra cómo un golpe, un accidente, un tumor, un rayo o cualquier atentado al equilibrio neurológico del ser humano puede cambiar, de una vez y para siempre, y para bien o para mal, su carácter, su personalidad, su habla, su trabajo, todo, su vida entera algunas veces, su familia, su paz, su sexualidad.La edición que publica Anagrama incluye las adendas que en la segunda edición Sacks hizo, incorporando correspondencia de lectores, críticas, nuevas informaciones aparecidas. El libro está dividido en cuatro partes que completan 29 relatos, pero en realidad son muchos más, pues –y en esto confiesa inspirarse en Las mil y una noches– en cada relato Sacks intercala varios más, ya sea como notas al pie, comentarios, paréntesis, contrapuntos o posdatas. Se suceden, así, entre otros cuadros, alucinaciones musicales, llamativos tics sonoros, fobias repentinas a tales o cuales sonidos, amusias y padecimientos de músicas pegajosas –jingles del carajo, “gusanos cerebrales”– que poseen e irritan y avergüenzan. Además, Sacks cada tanto se introvierte para dar cuenta de sus propias vivencias pelando cables con la música.Musicofilia como título parece equívoco, toda vez que este libro también hubiera podido llamarse Musicofobia: no es principalmente de amor a la música de lo que se trata todo esto, sino del terror a ella que se apodera, de las maneras más insospechadas y crueles, de los pacientes, a cada uno de los cuales Sacks atendió personalmente en los hospitales y centros en los que trabaja.
Profesor de neurología clínica y psiquiatría en la Universidad de Columbia, Sacks tiene una sólida y sabrosa cultura humanista, musical y especialmente literaria, lo cual se nota en éste y en todos sus libros, pero cómodamente, sin asomo de pedantería y siempre con gran pertinencia. Es lo que pasa, por ejemplo, cuando ilustra y ameniza lo que va contando con citas o chismes de Mark Twain, de Somerset Maugham, de Eliot, de Nabokov.  Como casi todos los libros de Sacks publicados en español, Musicofilia tiene relatos prescindibles, por repetitivos o por adivinables. Pero son minoría frente a los muchos que son memorables. Se podría hacer, y el resultado sería una maravilla, una antología con los mejores relatos de Sacks, entre los que no podrían faltar “La dama descarnada”, de El hombre que confundió…; “Vida de un cirujano”, de Un antropólogo en Marte; un lote grande del alucinante Despertares; y, de Musicofilia, “Todos juntos”, “Dedos fantasmas” y “Un acontecimiento inesperado”, este último el sorprendente caso de Tony Cicoria, un deportista y cirujano ortopédico que, tres semanas después de recibir un rayo en la cabeza, se convierte, de la nada, en un pianista compulsivo, bastante talentoso según el examen de una musicóloga y muy apasionado, tanto que su mujer termina por pedirle el divorcio.Musicofilia, en suma, es un empadronamiento, chistoso y dramático a partes iguales, del incierto mundo de la mente humana y sus anomias y sicoseos musicales, un libro que refrenda la existencia de un misterio cuyo perturbador alcance dejó indicado Thomas Bernhard en sus conversaciones con Krista Fleischmann: “Al parecer todos morimos con música en la cabeza, me lo dijeron una vez. Cuando todo ha desaparecido ya –inteligencia, personas, recuerdos–, siempre sigue habiendo música en ella”. 


MUSICOFILIA
Relatos de la música y el cerebro
Oliver SacksAnagrama, 2009, 464 páginas

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