Ponte chaleco
Alguien tuiteó hace poco algo que rápidamente fue retuiteado una y otra vez. Fue un golpe de humor. Comentando los títulos de las teleseries nocturnas de Televisión Nacional de Chile, posteó: "primero Vuelve temprano, luego No abras la puerta, ¿cuál vendrá después? ¿Ponte chaleco?". El masivo retuiteo fue justo. El humorista de ocasión se había adelantado detectando e indicando en el superyó del equipo guionista, como un hacha, enclavado el discurso de la Madre Protectora Nacional, recogiendo para hacerlo evidente una tercera frase posible de Ella, siempre pronunciada tal cual por cada una de las verdaderas madres protectoras y sobreprotectoras de Chile, "Pónte chaleco", siempre en modo imperativo. Luego surgieron ingeniosos tardíos que agregaron tuiteos como "Cómete todo", "Lávate los dientes", etcétera, e incluso algunos desafinados con frases como "No prestes el asterisco" o "Échate el forro pa' atrás", pero ninguno, menos estos últimos, claro está, consiguió el efecto cómico del primero, y no sólo por segundones, sino porque la frase precisa, la que había que poner para que el chiste fuese óptimo, cabal, era justamente esa: "Pónte chaleco", apenas dos palabras que, asociadas, activan tanto recuerdo y tanto pensamiento en tanto chileno nacido. La buena madre, el calador frío chileno del otoño, del invierno y de una parte de la primavera, el chaleco como prenda clave, la displicencia adolescente ante el bravo clima nacional, la inercia de frases que se repiten como un mantra una y otra vez por parte de los padres, pero también el genuino gesto afectivo y protector de los mismos que insta a reemplazar, más que sea, el techo por un chaleco, o sea por lana, o sea por piel, ese sucedáneo posnatal de la placenta, único órgano verdaderamente eficaz para cobijarnos ante la hostilidad del mundo.
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