jueves, 14 de marzo de 2013


FONTANARROSA Y EL ESCALÓN









Supongo que como todos quienes consideran que los relatos de Fogwill se cuentan entre los más extraordinarios que se han escrito en Argentina (por no decir en este continente entero), me llevé una sorpresa al leer en la edición de sus Cuentos completos (Alfaguara, 2009) que el prologuista, el crítico argentino Elvio Gandolfo, reconociendo por supuesto dicha superioridad, sitúa a Fogwill en un parnaso –el “primer escalón” de la cuentística argentina– que compartiría con Borges, Arlt y –para mi sorpresa– Roberto Fontanarrosa. Desconcertado por esa alusión a quien yo sólo tenía como maestro del humor gráfico argentino, creador de Boogie el aceitoso y del genial Inodoro Pereyra, pero no como un cuentista al que se le pudieran prodigar celebraciones tan elocuentes, me puse a pesquisar más referencias. Y en esos afanes encontré un texto del crítico Daniel Link que reitera el énfasis gandolfiano: “Es en el relato breve, que cultiva prolijamente, donde Fontanarrosa (como Quiroga, como Borges, como Aira) brilla sin límites en el firmamento de las letras argentinas”. Y luego pillé tres alusiones más, ya no de críticos sino de narradores. La primera era de Guillermo Saccomanno, que atinadamente comparaba su figura literaria con la de Mark Twain. La segunda, un elogio al paso proferido por César Aira en el remoto tiempo en que ejerció despiadadamente la crítica literaria. Y la tercera, la más importante para mí en cuanto quien la profería era nada menos que el grandísimo Fogwill, era el siguiente comentario suyo recogido en el diario La Voz del Interior: “Fontanarrosa es uno de los mejores narradores argentinos del siglo 20. Pienso que hay unos diez relatos que son obras maestras, de lo mejor que se escribió en la Argentina”.
Ahí paré de buscar: ya no eran precisas más referencias, que de hechos las había, sino evidencias, es decir los libros de Fontanarrosa propiamente tal, que no los había porque ya no circulaban, ni las ediciones originales publicadas por De la Flor ni la compilación en dos volúmenes que hizo Alfaguara hace una década. (Esto debido en parte a un litigio aún vigente entre el hijo y la viuda de Fontanarrosa, un jodido gallito judicial en el que está metida también la ex editorial del autor y que, entre otros coletazos, tenía en punto muerto la reedición de su obra e inédito el libro de cuentos en el que Fontanarrosa trabajó hasta su muerte: Negar todo. Para quien se interese en los pormenores del caso, la prensa argentina en internet ofrece una buena cobertura. Lo que incumbe aquí es que, mientras se lleva a término el largo pleito, ha surgido, por una movida del hijo del autor, la ocasión de entrarle de lleno a la narrativa de Fontanarrosa, pues acaba de llegar El mundo ha vivido equivocado y otros cuentos, su primer libro de relatos, publicado originalmente en 1982 y cuya reedición marca el arribo a Chile de la Biblioteca Fontanarrosa de editorial Planeta, la que incluirá sus tres novelas y sus nueve libros de cuentos, de los cuales ya han llegado los dos primeros: el susodicho y No sé si he sido claro, de 1985.)
El libro El mundo ha vivido equivocado debe su título, como gustaba el autor, a uno de los cuentos que lo integran: el primero, de hecho, y quizá el mejor o, al menos, uno de los que más placer provoca en su lectura y de los que más resonancias y risas deja dando vueltas en la cabeza. En una entrevista que puede verse en youtube, Fontanarrosa dice que originalmente era el capítulo primero de una novela que no pudo o no supo o no quiso seguir y que optó, pues, por convertir en un cuento. Un cuento sobre la amistad, un diálogo lleno de detalles finos y de afilada crítica a través del humor y la levedad.
Quizá el mayor reparo que se le puede hacer al conjunto es, justamente, lo disconjunto, lo disparejo que resulta el total de 29 cuentos que lo integran, pero la verdad es que Fontanarrosa, más que articular libros de relatos en torno a algún eje, publicaba simplemente cada tanto colecciones de los cuentos que se le iban acumulando en el escritorio, sin mayor orden ni concierto que la cercanía temporal entre ellos (Fogwill, de hecho, también dijo que Fontanarrosa “tenía una especie de obcecación futbolera en no reflexionar sobre lo que había hecho en literatura”). Como sea, este primer libro ofrece un par de cuentos sobresalientes, brillantes, que se alinean muy bien a la hora de acreditar lo dicho por Fogwill, Link y Gandolfo, como es el caso del corrosivo y borgiano “La columna política” o del brevísimo e ingenioso “De la literatura nipona”. Y hay que decir que, aunque descuidado algunas veces, hay momentos en los que Fontanarrosa logra un fraseo, una prosa formidable en su aparente sencillez. Por ejemplo: "De un primer vistazo a vuelo de pájaro el buen entendedor puede arribar a conclusiones más que contundentes con el solo recurso de apelar a un elemento del que tan bien ha hecho uso siempre el notorio caudillo de los movimientos centristas: la omisión".
Hay otros cuentos decididamente menores, más o menos divertidos, como algunos de los cuentos sobre fútbol que incluye. Pero, entre sobresalientes y menores, hay muchos otros, de hecho hay una variedad tal que uno puede encontrarse, incluso, con uno o dos relatos que parecen comprimir en pocas páginas mucho de lo mejor de César Aira: la imaginación desatada, el humor insólito y la desafección por lo verosímil, como “Revelaciones de un antiguo pleito” o “Mi personaje inolvidable”. También hay parodias divertidísimas, como “Una vida salvaje”, que puede ser leído como una tangencial burla a Truman Capote, y un par de estampas narrativas donde lo bienpensante es sometido al escrutinio de la mordacidad.
Mención aparte merecen los tres “Testimonios” incluidos, textos en los que Fontanarrosa, como narrador, juega a oficiarlas de editor, ofreciendo el monólogo de un adicto a los inhaladores, luego el hilarante relato de una mujer que fue amante del “Abominable Hombre de las Nieves” y por último la entrevista que le hace un comisionado norteamericano especialista en investigaciones ufológicas a una niña de nueve años que habría tenido un encuentro cercano del tercer tipo. En este último relato hay momentos desopilantes, maravillosas muestras del humor de Fontanarrosa (un observador sagaz de la grandeza y la pequeñez humanas), como cuando la niña declara que el extraterrestre, un ser lumínico que aparece en el pasillo de su casa una noche, le habló únicamente para decirle: “Soy San Francisco de Asís. Tendrás un cuis y le pondrás Garufa”.


PD: Meses después de haber escrito esta reseña di con este pensamiento de Mario Levrero, recogido en sus Conversaciones con Pablo Silva (Lolita Editores, 2012): "Hay un tipo que mete un chiste atrás de otro, pero lo hace de tal forma que mantiene la calidad literaria todo el tiempo: Fontanarrosa. Nadie lo considera como escritor, y sin embargo es uno de los mejores de la Argentina".


EL MUNDO HA VIVIDO EQUIVOCADO
Y OTROS CUENTOS
Roberto Fontanarrosa
Planeta, 2012, 260 páginas


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