martes, 11 de febrero de 2014

NERUDA SOÑADO  
(un textito del 2007)

Anteanoche, en que dormí apenas dos horas por apuros laborales, soñé, por primera vez, creo, con Neruda. Más precisamente, soñé un sueño en el que Neruda aparecía. Todo era perfectamente normal, salvo por una cosa: Neruda tenía una papada desorbitante. O sea casi el doble de la que en verdad tuvo. Que no era poca. Y en cada papa de su papada había un ojo, y así el poeta tenía seis ojos. Por eso, me dije en el sueño, escribe tanto. Porque escribe de lo que ve. Conversamos un buen rato. Muy simpático y agudo. Algo grandilocuente, pero a la vez muy garabatero. Muy generoso. Hablamos, en uno de esos típicos anacronismos que en los sueños están perfectos pero en la literatura son pura pelotudez, de Nirvana, de Rodrigo Lira y de la cazuela de vacuno versus la cazuela de ave. En la pared había una foto de una mujer en traje de baño que resultaba ser la hija modelo de Neruda. Nunca existió tal hija pero entonces me acordé de lo de su hija Malva Marina, y al minuto Neruda se me apareció por primera vez en la vida como un poeta gigante. Fue como si en ese momento, ajeno a todo, incluso a la coincidencia de que estuviera pensando en él, se me revelara en la conjunción de dos neuronas el calibre de su poesía: “La muerte va también por el mundo vestida de escoba”. Y haber sido un padre tan reculiado. Entonces Neruda me pide si le puedo ir a comprar una Fanta, que está antojado. Sin mirarlo le digo: “Neftalí, por qué no me chupái pico”. Neruda se ríe a carcajadas y de repente llega Hernán Lyola con delantal y pregunta al "señor" si “está todo bien”. 

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