viernes, 12 de septiembre de 2014

Raúl Gómez Jattin, poeta colombiano      
“Nos íbamos a culear burras después del almuerzo / con esas arrecheras eternas de los nueve años”, dice el poema “La gran metafísica es el amor”, en el que el malogrado colombiano Raúl Gómez Jattin (1945-1997) contó unas lúbricas aventuras de infancia. Otro, escrito ya hacia el final de su intensa vida, se llama “Plegaria”: “Dios –escucha a Raúl / Soy un devorado por el amor / Soy un  perseguido del amor / ¿Amor de ti? no sé / Pero sí sé que es amor / Y siendo amor a ti te basta”. Entre esos puntos, entre la genitalidad desatada y una fe nada irónica, entre la supremacía de la naturaleza y los alaridos del hombre acechado, transcurre la poesía de este colombiano al que, para titulares, se podría presentar como el Rodrigo Lira colombiano, aunque sería estrecho pues la locura y la veta mundana y caústica de Gómez Jattin –punto en común con Lira– ya le han robado suficiente prensa a su obra, que en sus picos es brillante y que mejor convendría presentar como la versátil y tan trágica como alegre poesía de un autor, acosado por la locura y los vicios, que en sus momentos de iluminación + serenidad supo componer al menos una decena de poemas que tienen su punto incomparable en Latinoamericana, una modulación colombiana pero, antes incluso que colombiana, propia, gomezjattiniana habría que decir: “Acecha a la maldita de tu abuela Me aconsejo / Soporta el sol y si es preciso acalámbrate / esperando a que la carcamala duerma / mientras oye novelones de radio y discute con el malo / Desátale el fajón de su camisola / y amárrala al mecedor para que ojalá / no se suelte nunca   Es tu día”.